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ENTRE LINEAS

La puerta del horizonte

La puerta del horizonte Aquél hombre se encontraba atrapado entre el cielo y la tierra, por eso pensó que su escapatoria, su única puerta de salida era la intersección de ambos, el horizonte. Así que se puso a caminar hacia él, atravesando campos, subiendo montañas, cruzando lagos, navegando por océanos, vadeando ríos. Llevaba varios días de travesía cuando se paró a descansar a la sombra de un árbol. Justo en una rama encima de él, se posó un pajarillo que le llamó la atención porque parecía que sus ojos le miraban. El hombre, a su vez, clavó su mirada en la del ave a la vez que expresaba su pensamiento en voz alta:






- ¡Que suerte tienes pajarillo que puedes volar por el cielo libremente y no estar prisionero en esta tierra!
- No creas que soy libre–respondió el pajarillo articulando su pico- Puedo volar cerca del cielo pero no puedo ir más arriba de la última nube. Así que el cielo es para mí una cárcel.


El hombre, que no salía de su asombro oyendo hablar al pajarillo, le contestó:

- Sin embargo eres más libre que yo porque puedes aletear tus alas y estar cerca del cielo.

Y diciendo esto reemprendió su marcha en busca de la puerta del horizonte, que le permitiese salir de su encierro y alcanzar con ello la ansiada libertad.






Al cabo de un rato le entró hambre y se paró a comer, sirviéndole una piedra de acomodo a sus posaderas. Unas migas de pan cayeron al suelo y un topo que andaba por allí, se apresuró a recogerlas y llevárselas a su madriguera.

- ¡Que fortuna la tuya topo que puedes adentrarte en las entrañas de la tierra y conocer sus secretos!
- Tienes razón –le dijo el topo- Puedo adentrarme en las entrañas de la tierra, pero no puedo conocer sus secretos, porque mis ojos no me permiten verlos. Dependo de ella y en ella estoy prisionero.

El hombre, admirado por el desparpajo del topo, replicó:

- Sin embargo eres más afortunado que yo porque estás más cerca del corazón de la tierra y oír su latido.

Y diciendo esto se levantó para seguir con su marcha en busca de la puerta del horizonte, que le permitiese salir de su encierro y alcanzar con ello la ansiada libertad.






En su búsqueda, como ya he explicado antes, tuvo que atravesar un océano, así que se embarcó en un velero que él mismo pilotaba. Cuándo llevaba algunos días de navegación divisó una manada de delfines. Uno de ellos, el que parecía que lo seguían todos los demás, se acercó hasta el barco de nuestro hombre y se lo quedó mirando con aquella sonrisa que se dibuja en la cara de los delfines.

- ¡Que fortuna la tuya delfín que nadas libremente por esta agua, te sumerges cuando quieres en ellas y siempre sonríes de felicidad!
- Sonrío, si- habló el delfín- Pero nunca podré salir de esta agua si no es para morir. Ella es mi prisión

El hombre, aunque conocía que los delfines eran muy inteligentes pero que ignoraba que hablasen, le contestó:

- Sin embargo eres más afortunado que yo, que estando atrapado en estas aguas esmeraldas, vives contento en ellas.

Y diciendo esto partió hacia la costa buscando el camino que le habría de llevar hasta la puerta del horizonte, que le permitiese salir de su encierro y alcanzar con ello la ansiada libertad.







Un día, cuando ya nuestro andante estaba al borde de la desesperación porque no alcanzaba el horizonte, se cruzó en el camino con un anciano. Su aspecto venerable, de mente despejada y una larga barba blanca, su vestimenta consistente en una túnica blanca, y su caminar apoyado en un bastón, delataban que el anciano era un hombre sabio.

- Buenos días hombre sabio –saludó nuestro protagonista a aquél viejo- Voy en busca de la puerta del horizonte y quisiera saber si ya está cerca.
- Ya estás en ella –respondió el anciano.
- ¿Pero cómo es posible que esté en ella si sigo viendo allá a lo lejos el horizonte? Es allí dónde debe estar la puerta que me permita salir de esta reclusión en la que estoy entre el cielo y la tierra. Es a través de ella por dónde podré salir de aquí y alcanzar con ello mi ansiada libertad.
- Te equivocas –le rectificó el hombre sabio- No busques esa puerta en el horizonte. No está ahí. Se encuentra en ti y tú la has atravesado ¿Acaso crees que los pájaros pueden adentrarse en el mar o hurgar en la tierra? ¿Acaso crees que los topos pueden volar o nadar, o que los delfines pueden adentrarse en las entrañas de la tierra? Claro que no, sin embargo tú si puedes hacerlo, porque eres un ser libre que escoge cómo viajar por el camino que se ha trazado ¿Tal vez piensas que los pájaros, los topos o los delfines pueden hablar? Por supuesto que no, pero tú los has hecho hablar ¿Y sabes por qué? Porque posees algo que ellos no tienen y que te hace libre. Tienes imaginación, que puede transportarte al corazón de la tierra, o a los confines del Universo o a las profundidades abisales cuando quieras. Así que la libertad que tanto buscas está en tu interior. En tu mente.

Dichas estas palabras por el hombre sabio, nuestro viajero cesó en su caminar y, cerrando sus ojos, se dispuso a dormir porque quería recuperar aquellos sueños, que su incesante caminar en la búsqueda de la puerta del horizonte, no le habían permitido. Y es que en ese momento también descubrió que los sueños de los hombres son una puerta de libertad.

4 comentarios

Para monocamy, a salvo de espabilados -

¿Así qué eras tú disfrazado? ¡¡ Te voy a desenmascarar púdicamente (es que soy muy recatado)para que así sepan la clase de ser que eres !! ¡¡¿Dónde quedan ahora tus teorías del "compartir ayuda a vivir"?!! :-PPP

Para cielodescubierto, leyéndola en cualquier posición -

Las cadenas ni en las ruedas del coche, que es muy divertido patinar cuando tienen tracción en las cuatro ruedas ;-)

Estoy dispuesto a imaginarte, porque como soy algo remolón y me gusta estar cerca de tí, cuando encuentres tú la libertad me darás la mitad... ;-)

¡¡ Generosa !!

monocamy -

En cuanto el viajero cayó dormido, el sabio agarró su cayado y se alejó rápidamente, volteándose y vigilando cada determinados pasos para comprobar que, efetivamente, el viajero seguía durmiendo.

Convencido de que el sueño lo había vencido por completo, se relajó y continuó avanzando con tranquilidad, mientras pensaba ".. vamos hombre... llevo toda la vida caminando hacia el puto chorizonte lejano, que no hay manera de llegar para buscar la puerta y ahora aparece el listillo éste con su teoría de 'preguntando se llega a roma', no te jode... Cúrratelo, ggggabrón".

xDDDDDDDDDDD

Cielodescubierto -

Será por eso que ultimamente tanto sueño... porque yo también busco la libertad... la de las cadenas del cielo, la de los rumbos inciertos... la que pueda hacerme llegar junto a quien, del otro lado, la quiera conmigo alcanzar. :)

Qué historia más bonita... además de sabia es, ante todo, una preciosidad.

Y ahora una pregunta... ¿cuánto estás dispuesto a imaginar por conquistar la libertad? ;)

Un beso libre y, como la línea que divisas, en la horizontal.