La puerta del horizonte


- ¡Que suerte tienes pajarillo que puedes volar por el cielo libremente y no estar prisionero en esta tierra!
- No creas que soy librerespondió el pajarillo articulando su pico- Puedo volar cerca del cielo pero no puedo ir más arriba de la última nube. Así que el cielo es para mí una cárcel.
El hombre, que no salía de su asombro oyendo hablar al pajarillo, le contestó:
- Sin embargo eres más libre que yo porque puedes aletear tus alas y estar cerca del cielo.
Y diciendo esto reemprendió su marcha en busca de la puerta del horizonte, que le permitiese salir de su encierro y alcanzar con ello la ansiada libertad.

Al cabo de un rato le entró hambre y se paró a comer, sirviéndole una piedra de acomodo a sus posaderas. Unas migas de pan cayeron al suelo y un topo que andaba por allí, se apresuró a recogerlas y llevárselas a su madriguera.
- ¡Que fortuna la tuya topo que puedes adentrarte en las entrañas de la tierra y conocer sus secretos!
- Tienes razón le dijo el topo- Puedo adentrarme en las entrañas de la tierra, pero no puedo conocer sus secretos, porque mis ojos no me permiten verlos. Dependo de ella y en ella estoy prisionero.
El hombre, admirado por el desparpajo del topo, replicó:
- Sin embargo eres más afortunado que yo porque estás más cerca del corazón de la tierra y oír su latido.
Y diciendo esto se levantó para seguir con su marcha en busca de la puerta del horizonte, que le permitiese salir de su encierro y alcanzar con ello la ansiada libertad.

En su búsqueda, como ya he explicado antes, tuvo que atravesar un océano, así que se embarcó en un velero que él mismo pilotaba. Cuándo llevaba algunos días de navegación divisó una manada de delfines. Uno de ellos, el que parecía que lo seguían todos los demás, se acercó hasta el barco de nuestro hombre y se lo quedó mirando con aquella sonrisa que se dibuja en la cara de los delfines.
- ¡Que fortuna la tuya delfín que nadas libremente por esta agua, te sumerges cuando quieres en ellas y siempre sonríes de felicidad!
- Sonrío, si- habló el delfín- Pero nunca podré salir de esta agua si no es para morir. Ella es mi prisión
El hombre, aunque conocía que los delfines eran muy inteligentes pero que ignoraba que hablasen, le contestó:
- Sin embargo eres más afortunado que yo, que estando atrapado en estas aguas esmeraldas, vives contento en ellas.
Y diciendo esto partió hacia la costa buscando el camino que le habría de llevar hasta la puerta del horizonte, que le permitiese salir de su encierro y alcanzar con ello la ansiada libertad.

Un día, cuando ya nuestro andante estaba al borde de la desesperación porque no alcanzaba el horizonte, se cruzó en el camino con un anciano. Su aspecto venerable, de mente despejada y una larga barba blanca, su vestimenta consistente en una túnica blanca, y su caminar apoyado en un bastón, delataban que el anciano era un hombre sabio.
- Buenos días hombre sabio saludó nuestro protagonista a aquél viejo- Voy en busca de la puerta del horizonte y quisiera saber si ya está cerca.
- Ya estás en ella respondió el anciano.
- ¿Pero cómo es posible que esté en ella si sigo viendo allá a lo lejos el horizonte? Es allí dónde debe estar la puerta que me permita salir de esta reclusión en la que estoy entre el cielo y la tierra. Es a través de ella por dónde podré salir de aquí y alcanzar con ello mi ansiada libertad.
- Te equivocas le rectificó el hombre sabio- No busques esa puerta en el horizonte. No está ahí. Se encuentra en ti y tú la has atravesado ¿Acaso crees que los pájaros pueden adentrarse en el mar o hurgar en la tierra? ¿Acaso crees que los topos pueden volar o nadar, o que los delfines pueden adentrarse en las entrañas de la tierra? Claro que no, sin embargo tú si puedes hacerlo, porque eres un ser libre que escoge cómo viajar por el camino que se ha trazado ¿Tal vez piensas que los pájaros, los topos o los delfines pueden hablar? Por supuesto que no, pero tú los has hecho hablar ¿Y sabes por qué? Porque posees algo que ellos no tienen y que te hace libre. Tienes imaginación, que puede transportarte al corazón de la tierra, o a los confines del Universo o a las profundidades abisales cuando quieras. Así que la libertad que tanto buscas está en tu interior. En tu mente.
Dichas estas palabras por el hombre sabio, nuestro viajero cesó en su caminar y, cerrando sus ojos, se dispuso a dormir porque quería recuperar aquellos sueños, que su incesante caminar en la búsqueda de la puerta del horizonte, no le habían permitido. Y es que en ese momento también descubrió que los sueños de los hombres son una puerta de libertad.
4 comentarios
Para monocamy, a salvo de espabilados -
Para cielodescubierto, leyéndola en cualquier posición -
Estoy dispuesto a imaginarte, porque como soy algo remolón y me gusta estar cerca de tí, cuando encuentres tú la libertad me darás la mitad... ;-)
¡¡ Generosa !!
monocamy -
Convencido de que el sueño lo había vencido por completo, se relajó y continuó avanzando con tranquilidad, mientras pensaba ".. vamos hombre... llevo toda la vida caminando hacia el puto chorizonte lejano, que no hay manera de llegar para buscar la puerta y ahora aparece el listillo éste con su teoría de 'preguntando se llega a roma', no te jode... Cúrratelo, ggggabrón".
xDDDDDDDDDDD
Cielodescubierto -
Qué historia más bonita... además de sabia es, ante todo, una preciosidad.
Y ahora una pregunta... ¿cuánto estás dispuesto a imaginar por conquistar la libertad? ;)
Un beso libre y, como la línea que divisas, en la horizontal.